¿Podría surgir hoy una generación como la del 27?

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Periodismo literario (5)

La reposición teatral de Historia de una escalera escrita por el legendario Antonio Buero-Vallejo me ha inspirado esta entrada. Por esta obra Buero recibió el Premio Lope de Vega. Se estrenó en el año 1949 en el Teatro Español donde vuelve a representarse en 2025. En 1971, con gran éxito de audiencia, se representó en Estudio 1 de Televisión española. En 2003, o sea anteayer, se volvió a representar. La obra plantea una escalera de una casa en la que sus personajes, los vecinos, están atrapados en un presente sin futuro. Una obra válida para el costumbrismo social de la época y de momento, también, para los tiempos actuales.

En el caso de Yerma de Federico García Lorca se representó, también por primera vez, en el Teatro Español en 1934.Y se volvió a representar, en otros teatros, en 1947,1952,1960,1971,1976,1998,2012,2015 y 2024. En 2017 fue llevada al cine bajo la dirección de Emilio Ruiz Barrachina. La interpretación y el montaje de esta tragedia rural lorquiana en 1971 con Nuria Espert como protagonista es difícil de olvidar para quién asistió a alguna de las representaciones.

La actriz Silvia Marsó como protagonista.

Estas dos magníficas obras teatrales han sido representadas innumerables veces. Sin embargo, al contemplar el cartel de Historia de una escalera en las marquesinas de Madrid, he sentido que podríamos estar ante una crisis de creatividad artística en muchos aspectos, especialmente en cuanto a la creación de nuevas obras de teatro. Está claro que las representaciones teatrales son costosas, y arriesgar con nuevas obras resulta complicado. La perspectiva conservadora asegura un éxito de público determinado y evita fracasos recurriendo a los clásicos teatrales del siglo XX como apuesta segura. Asimismo, una obra con numerosos personajes y cambios de escenario es cara de producir y mantener, lo que lleva a una autocensura creativa tanto del dramaturgo, quien escribe con un número limitado de actores en mente, como del empresario teatral, que prefiere no arriesgar. En definitiva, parece haber una crisis de creatividad en el teatro español. Vale la pena destacar que, desde principios del siglo XX, los dramaturgos españoles han sido considerados insuperables en la construcción de guiones teatrales con argumentos de gran calidad literaria, a la altura -e incluso superiores- de muchos dramaturgos ingleses, franceses y norteamericanos.

La crisis creativa actual en diversas disciplinas artísticas no es solo una reacción ante la precariedad económica que enfrentan los artistas o la falta de planificación del estado. Esta crisis surge desde el interior del propio cosmos creativo individual, saturado de estímulos y carente de una auténtica ilusión estética. Falta originalidad para compartir la creación artística con el mundo. Sin grandes ideales, sin educación artística adecuada, sin un sentido profundo de la realidad y sin interés en la experimentación, solo queda un egoísmo creativo encerrado en sí mismo. Este se agota en su propia contemplación y exhibición, esperando una recompensa inmediata, como un “me gusta” en las redes sociales.

La crisis creativa vocifera su palabra

Especialmente se palpa esa sensación de falta de fervor creativo si establecemos una comparación con 1927, concretamente con la generación del 27. La fecha aunque solo agrupa a algunos poetas de la generación, ha cristalizado con tal fuerza semán­tica que su mención supone hablar por extensión de una cultura, de un arte, o de una estética del 27. En definitiva de una época culminante que surge tras la puesta en escena del vanguardismo. El concepto de generación del 27 (incluido lógicamente el grupo poético) se puede ampliar, de forma incuestionable al conjunto de poetas, cineastas (Luis Buñuel,Benito Perojo, Edgar Neville, Luis Lucia entre otros); pintores (Salvador Dalí, Joan Miró, Pablo Picasso); músicos (Manuel de Falla, el grupo de los ocho en Madrid con Rodolfo Halffter, Ernesto Halffter,Gustavo Pittaluga, Rosa García Ascot, Salvador Bacarisse, Juan José Mantecón,Fernando Remacha); arquitectos (Fernando García Mercadal, Carlos Arniches, Martín Domínguez, Eduardo Torroja entre otros); prosistas (novelistas, ensayistas y periodistas) y, por supuesto, periodistas literarios en los tres lustros que transcurren desde 1920 hasta 1936. Como bien dice el profesor D. Harris, el 27 fue un estado de fervor creativo y de ansia de aventura estética que definió el universo creador de una época vertebrada en tres largos lustros de actividad intelectual.

Philippe Halsman; Dalí Atomicus, 1948 —versión no retocada, detalle— (Fuente: Revista Meer).

Hasta ahora, hemos intentado abordar la imposibilidad de que en 2025 se produzca un estallido de creatividad artística similar al del 27. Regresemos al título principal.

Los escritores periodistas del 27 comenzaron en el periodismo, excepto en casos de gran precocidad, alrededor de los años de la dictadura (R. Gullón habla incluso de una generación del 25). Algunos autores llegaron a ocupar puestos importantes como periodistas profesionales en los años treinta, especialmente como corresponsales en el extranjero. Durante los años de la República, tras ciertas vacilaciones iniciales sobre su adscripción política, inundaron las páginas de los periódicos con un periodismo literario de alta calidad, marcando una época y un estilo periodístico-literario distintivos.

Las Sinsombrero. Así se llamaba a las mujeres que pertenecieron a la generación del 27. Aunque dos sí llevan sombrero en la foto.

El periodismo literario siempre necesita ejemplificaciones para ser captado en toda su integridad. En la próxima entrada sobre este tema realizaremos una antología de algunos autores del 27 con fragmentos de escritos a lo largo del quinquenio 1920-1935.

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