Hay escuela porque hay mundo

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Y el mundo pide atención
(Josep Maria Esquirol)

Esquirol, Josep Maria.(2024). La escuela del alma: De la forma de educar a la manera de vivir (El Acantilado nº 474) . Acantilado.

La conclusión a la que llega Enrique García Márquez en la recensión que hace de esta obra en Nueva Revista es la siguiente: No se va solo a la escuela a aprender a leer y a escribir, sino también a superar la asignatura más difícil: vivir y vivir, con madurez, es decir, dando frutos. En una escuela se enseña a prestar atención a las cosas que se tienen alrededor. Como dice el autor la vida humana es una respuesta interminable. En la escuela puede producirse un encuentro que, al dar confianza, dé también un buen impulso. Educar es ayudar a esbozar algunos de los trazos de esa respuesta. En la escuela, siguiendo al profesor Esquirol, es necesario cultivar la no indiferencia al origen, la atención a las formas, a la bondad y a la vida espiritual y comunitaria.

Indiferencia

La indiferencia conduce a lo inhumano, a lo insensible, a lo confuso y en definitiva al totalitarismo: La escuela de la no indiferencia no es pura utopía. Ha habido intentos discretos y la mayoría anónimos a lo largo del tiempo. Hay utopías que son de ese mundo. […] Por mi parte, manejo otro concepto y otra figura: la de pequeñas verticales precarias definidas sobre la horizontalidad de la tierra. Ninguna de estas pequeñas verticales se sostiene de pie sola, aisladamente. Nos mantenemos de pie gracias a los demás. Mutua interdependencia que no debe entenderse como un defecto o como una limitación, sino más bien como un regalo y una suerte. El infierno es solipsista y narcisista.

Los capítulos del libro están ordenados como si fueran bienaventuranzas referidas a la escuela. Como por ejemplo el título del primer capítulo: FELICES LOS QUE VAN A LA ESCUELA: CRUZARÁN EL UMBRAL. Cruzar el umbral es clave en plena era de la confusión: es la bienvenida para cambiar de actitud como al entrar en un jardín o en una iglesia.Cuando se entra en una escuela es necesario detener el tiempo como en un paréntesis. ¿Y la universidad? tiene que aportar la diferencia: Ésta es la razón por la cual desde su fundación se consideró conveniente poder vivir en la universidad, y poder vivir la universidad. El sentido de la universidad es el de una manera de vivir. La idea de campus universitario se fragua con este propósito. En principio, el campus no es ni la vía ni la plaza pública. Ni se puede entrar en él indiscriminadamente, ni se pueden hacer ciertas cosas. El campus es un lugar extraordinario que no debe ser violado, con similitudes con las antiguas sedes diplomáticas, e incluso con los recintos sagrados.

La escuela es antidestinal. Un lugar, como dice Esquirol de igualdad y de libertad en su punto más básico para luego poder emprender nuestro propio camino.La atención es uno de los puntos claves de la escuela. Es necesario entrenar la atención: no hay nada mejor.[…] El estudio no es más que una modalidad de atención [de concentración]. Y la investigación una modalidad del estudio. La educación y la formación aluden a un proceso que se dirige a través de un itinerario en una dirección: forma,formación y formarse.

El que no hace mal a los demás ya hace mucho bien dice en el capítulo cuarto Esquirol: Si al pasar el umbral de una escuela un niño o una niña, débil por el motivo que sea, es amenazado, menospreciado, maltratado, ignorado o escarnecido, no hay escuela. Hay que decir al compañero: No me dejes solo, hazme compañía.

Una vez que se ha pasado por la escuela hay que seguir igual de atentos para no despistarse en el camino: La madurez, por supuesto, se expresa en la manera de vivir. Ahora bien, el humano se encuentra sobre todo respondiendo a la situación. Las afectaciones fundamentales que nos constituyen—vida, muerte, tú y mundo—nos sitúan teniendo que responder. […] Cada uno de esos aspectos suscita en nosotros un tipo de respuesta. Esas tres revelaciones del mundo son: el mundo como belleza y hondura; el mundo como mal y sufrimiento; y el mundo como envío.

No hay vida sin forma de vida dice el profesor. Transformar el mundo es transformar su cotidianeidad. Es necesario salir del laberinto de uno mismo antes de que se convierta en residencia habitual: El camino, juntando cielo y tierra, conduce al recogimiento. Y saber recogerse muestra una madurez espiritual que nada tiene que ver con el mencionado cierre solipsista.

Tomar apuntes es fundamental para la escuela del alma: Todas las escuelas del alma—las que de veras lo son—entienden que el alma debe ser cultivada, porque puede perderse. Y el alma se pierde cuando venera los falsos dioses—el dinero, el poder o la fama—o, peor aún, cuando adora al diablo—la furia y la violencia—. En casa uno ya está y por eso se vuelve. En cambio a la escuela se va.

Finaliza este capítulo con un conjunto de aforismos que son de imprescindible lectura como todo el ensayo. Destacamos algunos: No puede enseñarse sin vida, sin pasión o sin experiencia./ Los charlatanes son los demagogos de las sombras./Filosofía y educación tienen el mismo origen y el mismo sentido: el sentido./ La prioridad, hoy, no está en introducir a los alumnos prematuramente en la complejidad, sino en acercarlos a lo fundamental y también a lo simple: el triángulo, la lluvia, la paz. Y finalmente hay que tener cuidado con la neolengua: Las palabras vacías enferman a las personas. Son pseudopalabras.

Josep Maria Esquirol (Barcelona, 1963) es Catedrático de filosofía de la Universidad de Barcelona. Autor de numerosos ensayos obteniendo el Premio Nacional con La resistencia íntima. Todos sus libros son una aventura intelectual con lenguaje sencillo y extraordinariamente profundo en su semántica. Especialmente bajo el paraguas editorial siempre sublime que consigue El Acantilado.

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