(M. Herrero Rodríguez de Miñón)
Los primeros domingos de cada mes se publican en TheOBJECTIVE conservaciones con Cebrián que tienen como foco la Transición. Algunas de las personalidades que han conversado con Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944, fundador del diario El País periodista, escritor y académico de la RAE) han dejado titulares como los siguientes: José Luis Leal: «Hay un divorcio entre la sociedad abierta y los políticos radicalizados», Soledad Puértolas: «Hoy los poderes políticos prefieren que estemos todos deprimidos», Iñaki Gabilondo: «Me parece una barbaridad tratar de demoler la idea de la Transición»,Felipe González: «Nunca goberné para que no gobernara otro ni creé un muro como Sánchez», Joan Manuel Serrat: «Fascista es un término que los que más lo manejan son los fascistas».
Todas las conversaciones mantienen aquellos perfiles, sobradamente conocidos, de cada invitado: no hay especiales cambios en sus opiniones ni en sus dictámenes. Incluso Juan Luis Cebrián se manifiesta en sus opiniones como el mismo que escribió los numerosos editoriales del diario El País -fue director desde 1975 hasta 1988- en contra de las políticas de Adolfo Suárez hasta conseguir su dimisión. Entrevistador y entrevistados coinciden, sin embargo, en el rechazo de la situación política actual, de la polarización y del sanchismo. Como sonido de fondo resuenan los tambores del consenso y de la concordia que se vivieron entonces en la transición y se necesitan volver a vivir en la actualidad.
Tras este recorrido, nos centramos en la última de las conversaciones publicada el 6 de enero de 2025 con Miguel Herrero Rodríguez de Miñón (Madrid,1940) jurista, político, redactor/padre de la Constitución, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y Consejero Permanente del Consejo de Estado.
Para Miguel Herrero la transición fue una aventura apasionante en la que todos los intervinientes querían que, por encima de toda controversia, hubiera el necesario entendimiento y consenso para aprobar la constitución y celebrar las correspondientes elecciones democráticas. La Monarquía fue clave para la reconciliación y para la transición: El 23 F fue la prueba más manifiesta de ello, pero no solo el 23 F, sino toda la historia post-transición se ha hecho al amparo y a la sombra de la monarquía, que permite que todo el mundo pueda encontrarse satisfecho. Nunca satisfecho del todo, porque nada de tejas abajo satisface plenamente, pero suficientemente satisfecho para colaborar activamente en la vida nacional. La monarquía es clave. Fue clave en la transición, y es clave ahora en el mantenimiento del sistema. Curiosamente, las opiniones anti monárquicas —episódicas pero muy claras—, lo que son es antisistema democrático.
Uno de los temas más complicados fue, como es sabido, la España de las autonomías frente al concepto de una España federal. El federalismo propugnado por el PSOE era rechazado por el ejército al identificarse con la segunda república y especialmente también, como dice Herrero, porque casi nadie sabía [ni sabe] a ciencia cierta lo que es el federalismo. J.L. Cebrián dice con claridad rotunda que el federalismo une no separa y que las autonomías no han solucionado las posiciones independentistas iniciales ni tampoco las actuales. A lo que contesta M. Herrero: Te voy a dar una opinión que mantengo desde el primer día y que sé que es impopular y probablemente sea equivocada, pero la creo firmemente. En la España que llega a la Transición había dos reivindicaciones de autonomía política clara, la catalana y la vasca, que no podían negarse. Y si se hubieran negado, no hubiera habido transición, porque eran dos reivindicaciones muy vivas, con gran apoyo popular. La vasca, incluso más que la catalana en cuanto a ese apoyo popular. Un apoyo no muy concreto, porque claro, nadie sabía lo que eran los fueros. La primera reivindicación constitucional de los fueros la hice yo personalmente cuando ingresé en la Academia de Ciencias Morales con un discurso que se llamaba Idea de los derechos históricos. Hubo ilustres personalidades del nacionalismo y de la universidad vasca que en aquel momento decían: «¿Qué demonios son los derechos históricos?». Era evidente que aquello había que resolverlo mediante una solución a la medida catalana y vasca. Pero se cometió un tremendo error al creer que se descafeinaba la reivindicación de Cataluña y el País Vasco generalizándolo. Y entonces…
[…] La generalización dio lugar a una inflación constante de la reivindicación autonómica. Porque como lo que se quiere es ser distinto, si Cataluña es igualada por La Rioja, el siguiente paso es querer diferenciarse de La Rioja. Y eso no tiene fin, porque a continuación La Rioja quiere la misma situación que tiene Cataluña. Parece que estoy tomando el pelo a quien oiga esto ahora, pero fue el proceso real, fue así. Considera M. Herrero que este proceso es una mutación constitucional partiendo del título octavo al leer su redacción y compararlo actualmente con la realidad autonómica. Al hilo de esta conversación consideran que este es el gran tema político pero no puede abordarse en un clima de disenso e injuria mutua. Continúa diciendo Herrero: Crea una desconfianza radical. Cuando se dice «hay que volver al consenso» lo primero que hay que volver es a la buena fe reconocida de unos para otros, porque nadie pacta nada si cree que la otra parte le va a engañar inmediatamente. Y como probablemente es cierto que quiere engañarle, el acuerdo es imposible. Primero habría que cambiar el ambiente político y aplacarlo, y después quitar un poco de pasión y meter un poco de conocimiento. Y que no fueran los desocupados quienes tratasen de ocuparse de este tema, sino atender a la experiencia política, al buen criterio jurídico. En España, tanto en la izquierda como en la derecha, o tanto en la derecha como en la izquierda, hay gente capaz. Pero esa gente no está en el debate político, y en este menos.
M. Herrero insiste a lo largo de la conversación en que la polarización solo beneficia a los dirigentes de los partidos. Los cuales estarían, según él, en el paro por falta de conocimientos: La ignorancia es abrumadora, y de ahí vienen nuestros males [por] la falta de estudio.
¿Cómo se puede encontrar una solución para los problemas actuales de España?: Pues yo lo veo muy difícil, salvo que hubiera un cataclismo indeseable y hubiera que refundar las cosas desde el principio. Yo no deseo eso de ninguna manera. Pero los partidos políticos actuales dejados a sí mismos es muy difícil que quieran regenerarse, porque lo primero que tendrían es que excluir a sus actuales dirigentes. Las listas deberían ser abiertas opinan los dos contertulios. Que también sienten una semejanza ambiental entre la España de los últimos años del franquismo y la que actualmente se vive.
Acabamos con la reproducción del siguiente hilo conversacional:
JLC.- Más de la mitad. Pero lo único que nos queda para resistir…
RdM.- …Son los jueces.
JLC.- Los jueces, y la prensa, que está también plagada de defectos y de errores, además con la inclusión de las redes sociales.
RdM.- Eso ha sido disfuncional, totalmente.
JLC.- Es muy disfuncional. Pero al final esos son los únicos límites que tiene el Poder Ejecutivo.
RdM.- Son los jueces.
JLC.- Son los jueces, y creo que necesitan un apoyo real de la sociedad. La justicia es lenta, tiene muchos problemas, hay que dotarla de más medios, etcétera, pero sin ellos esto ya se viene abajo.
RdM.- Y fíjate, y además es una serie de instituciones con apoyo popular tácito.
JLC.- Sí, sí. La prueba es que en cuanto alguien tiene un problema, va al juzgado. Luego protesta, pero se va al juzgado.
RdM.- Es muy lenta, pero, amigo mío, peor sería no tenerla.
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