La imagen que precede a este post está tomada del diario digital The Objective en un artículo de Luis Antonio de Villena titulado, Las Españas en el periodismo literario (González Ruano y Chaves Nogales son los de la imagen). Me contaban que un profesor de la asignatura Redacción periodística consideraba que la redacción perfecta de una noticia debía parecerse a la redacción administrativa que encontramos en el BOE. Sin embargo, el periodismo y la literatura se unen en la retórica. Algo que vamos a intentar demostrar en sucesivas entradas.
La Teoría de la Comunicación ha intentado separar el fenómeno periodístico del literario. Al mismo tiempo, un numeroso grupo de escritores y estudiosos consideran que el periodismo es una herencia de la Literatura que, a pesar de su profesionalización, se manifiesta como una realidad multidisciplinar y plural. Entre ambas posiciones Martínez Albertos (Vigo,1930) piensa que nos encontramos ante dos actividades paralelas y paradójicamente unidas.
El contexto actual sitúa a los periodistas, como reivindicadores y defensores de su actividad profesional, mirando como intrusos a la cohorte de literatos, intelectuales, opinadores, tertulianos y profesores que aterrizan diariamente sobre el universo mediático. Este heterogéneo conjunto de “intelectuales”, en sentido amplio, quiere, como sucedió ya en los periódicos del Novecentismo y, más tarde en los de la Segunda República, crear opinión desde todas las posibilidades mediáticas, especialmente desde la prensa diaria. El escritor, ya desde el 98, no quiere ceñirse a la escueta tirada de un libro si de verdad quiere hacerse oír. Es más, para un escritor colaborar en la prensa diaria o participar en otros medios de comunicación, supone en muchos continuar literariamente a través de los géneros propios del periodismo. Como dice Francisco Umbral (Madrid,1932-2007): El periodismo literario no tiene nada que ver con los suplementos literarios y otros dominicales, cuya oferta se hace hoy por arrobas, sino que está incardinado en la maquinaria más íntima del periódico, en su cilindrada ideológica e intelectual. Una buena columna vende más que el rancio destape o la muerte de un torero. Porque los columnistas, como los viejos rockeros, de los que algo tienen, son unos viejos muchachos que nunca mueren.
Juan Gil (Madrid, 1939) señala que el punto de inflexión de esta polémica entre periodismo y literatura comenzó con el fenómeno del nuevo periodismo y de los “nuevoperiodistas”, que consiguió, desde los años sesenta, volver del revés la vieja preocupación de los teóricos del periodismo acerca de no informar con recursos literarios sobre hechos reales ( teóricamente para no confundir opinión con información).
El nuevo periodismo fue un género novedoso que pasó del periódico a las editoriales en forma de libro ¿o fue al revés? Como dice el propio Gil los hechos dejaron de ser sagrados y se mezclaron con las opiniones, superando los postulados canónicos del periodismo informativo en el literary journalism norteamericano. En el punto absolutamente opuesto se sitúa Arcadi Espada (Barcelona,1957) quien desvincula, sin paliativos, el periodismo de la literatura. Los literatos no pueden decir que el periodismo no es literatura: sólo puede ser pronunciado este concepto por los periodistas. Como dice Espada, el texto no puede ser una dificultad, puesto que en otras profesiones también se trabaja con la palabra y nadie llama literatos a abogados, historiadores o sociólogos. Tampoco convence a Espada el uso estético: al fin y al cabo todos los que escriben intentan regirse por el orden y la claridad. En definitiva, según Espada, periodismo y literatura se diferencian por la ley inexorable de la fidelidad a los hechos.
Sin embargo, las barreras fronterizas entre periodismo y literatura, a pesar de estos argumentos de Arcadi Espada , son confusas, entre otras razones, por el concepto excesivamente canónico de literatura. Chillón (L’Hospitalet de Llobregat, 1960) argumenta que en el centro del problema se encuentra la naturaleza misma del lenguaje. Para Chillón confinar la literatura al ámbito de la ficción no es sostenible: el ensayo y sus ramificaciones son también plenamente literarias. Tras el fenómeno del “nuevoperiodismo”, prosistas cercanos a la novela, historiadores, antropólogos, sociólogos y psicólogos han explorado de forma expresiva territorios propios de la narrativa literaria. Como dice Chillón, no hay un lenguaje propio para la ficción y otro distinto para reflejar la realidad. Literatura y periodismo operan con el mismo lenguaje y con la misma capacidad creadora: son poseedores y poseídos por la misma dinámica de la ficción.Arcadi Espada , sobre este punto, señala como abusiva la presencia de los recursos de la ficción como herramienta periodística. Considera que es un elemento desvirtuador, exagerado y engañoso para el lector, aunque entiende el atractivo que la novelización periodística pueda tener: se hace la ilusión de entender mejor los hechos (aunque esa ilusión, según Arcadi, es perfectamente falsa). Como contrapunto a Espada, Chillón dice que la distinción entre lenguaje literario y lenguaje práctico o estándar es también confusa. Y lo que es más importante: supone una perversión para comprender la naturaleza misma de la comunicación periodística, como si hubiera un lenguaje para la objetividad y otro para la literatura, como si no se aceptara la auténtica realidad retórica del lenguaje. Para Chillón estilo y contenido son inseparables. El estilo dirá, recogiendo reflexiones de Flaubert, es en su totalidad una cosmovisión creativa: El lenguaje no es simplemente un instrumento con el que pueda darse cuenta de una realidad presuntamente independiente de él, sino la manera presuntamente en que todo individuo experimenta la realidad.
El tema no afecta solo al periodismo, sino que también alcanza, según Chillón, a la literatura y a su propio concepto. El arte y la literatura no pueden estar al margen de las circunstancias. Han vivido, a lo largo del siglo XX y casi 25 años del XXI, una transformación multiforme que llega hasta la IA, aunque como señala León Gross (Málaga, 1966) todavía no nos es posible analizar: El periodismo robot o roboperiodismo, periodismo computacional, periodismo algorítmico, periodismo automatizado, periodismo artificial, son denominaciones que van acreditándose…, pero no parece haber un discurso crítico competente sobre su impacto en la sociedad y el periodismo.
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