Juan Soto Ivars. La trinchera de letras. Ediciones Nobel.
Soy escritor y columnista. He publicado novelas, ensayos y un libro infantil. Salgo en la radio y en la tele, doy charlas, imparto cursos, estoy casado, tengo dos hijos y vivo en Barcelona. Dice Soto Ivars (Águilas, Murcia,1985) en su página web. Después de sus colaboraciones en El País que terminaron con algún problema de censura, escribe en la actualidad columnas en El Confidencial –España is not Spain-. El estilo de sus colaboraciones sobre temas de actualidad tiene como comienzo un titular que suele ser demoledor -igual que la realidad que reflejan-. Por ejemplo: Cobro sólo 94.000 euros: no me pidas que lea las leyes que apruebo (No nos equivoquemos: los 350 diputados no leen las leyes que aprueban y rechazan. Calzan zapatillas de legislador pero son apretadores de botones). O también: Me llamo López y exijo que me pidas perdón, imperialista español, o Cómo dejar de ser tan catalán y no morir en la Diada (¿Cómo es posible que en una sociedad en la que se lió semejante pifostio por la independencia que supuestamente ansiaba “el poble” solo haya hoy un 18% de catalanes que no se sienten nada pero nada españoles? ).

Está claro que las columnas de Soto Ivars suelen hablar sobre la actualidad política y cultural. Pero lo suyo, en lo que se siente realmente a sus anchas, es poniendo de manifiesto la tiranía cultural woke, especialmente en el libro que reseñamos hoy en este blog La trinchera de letras. Con este ensayo que va por la tercera edición ha ganado la XXX edición del Premio Internacional Jovellanos. Estamos en guerra cultural según el autor señala en la Introducción: Pero tranquilos, es cultural. Para desgracia de quien se interese por el conocimiento, la enseñanza, la política, la libertad, el entretenimiento o el humor, la famosa batalla cultural está abierta en todos esos frentes y algunos más. Hay mucha gente implicada, desde partidos políticos a los habitantes de las casas okupas, pasando por el cura y los medios de comunicación. Y el resto, ay, como los gitanos nómadas que vagaban entre las fronteras de la vieja Europa, tropezamos con este alambre por todas partes. ¿Recuerdas esa canción inocente que te hizo feliz cuando ibas a los bares? Ya no es inocente. ¿Aquella película que te dio tan buenos ratos y revisas una y otra vez? Mejor revísate a ti mismo porque algo has estado haciendo muy mal. ¿Y ese libro con el que te formaste y en cierta forma cambió tu vida? Pues todo lo que subrayaste soslaya el problema central: el autor maltrataba a sus sirvientes.

Lo que le gusta especialmente a Soto Ivars es la defensa de la libertad de expresión, de opinión y de prensa. La libertad en definitiva. Lo dice en esta entrevista: —Ese es precisamente el debate con el que empieza el libro. A esa pregunta no se puede responder, porque en el momento actual se da la paradoja de que la censura está viniendo de gente que libremente puede acceder al ágora y que antes no podía, porque no había redes sociales. Entonces se produce la paradoja de que hemos recibido un chute de libertad de expresión bastante grande con esas plataformas, pero que el enjambre la utiliza para perseguir al disidente de lo suyo. Entonces, a mayor libertad, mayor censura, y sí creo que hay una sensación extendida entre la gente que se expresaba sin ese tipo de respuesta antes de la invención de las redes sociales, que se siente más constreñida. También creo que hay más gente que nunca ha pertenecido al mundo de la expresión que se siente más constreñida, porque lo que ha pasado es que hoy, por cualquier cosa que digas, te puedes meter en un lío de mil pares de cojones.
El autor prefiere hablar de conocimiento en lugar de cultura: El conocimiento, en tiempos de especificación, es inalterable y majestuoso; la cultura, por contra, se reduce y politiza en función de las necesidades de un grupo.Los transgresores y moralistas pertenecen a la cultura woke: Las grandes productoras y distribuidoras estadounidenses han digerido los movimientos activistas de masas como el Me Too o Black Lives Matter, ofreciendo al público productos denominados «diversos» e «inclusivos» con la creencia de que son lo que el público del siglo xxi está demandando. La corrección política consiste en que seamos tratados como niños. Hay que hablar así, pensar así. El movimiento woke es en el fondo un movimiento revisionista que quiere volver a escribir la historia. En el cine aparece -según mi opinión- como una crisis de creatividad, de nuevas ideas para nuevos guiones. Pero en realidad volver a hacer remakes de películas que la cultura woke necesita remozar tiene la intencionalidad de reescribir la historia, aunque sea ruinosa la recaudación respecto a las películas originales: Un repaso a los grandes estrenos de 2024, anunciados a finales de 2023, lo hace todavía más evidente: Night Swim (remake), Argylle (nueva); Madame Web (spin-off), Dune 2 (remake y secuela), Kung Fu Panda 4, Cazafantasmas Frozen Empire (secuela), Godzilla vs. King Kong (crossover), If (remake), Furiosa: a Mad Max Saga (spin-off), El Reino del Planeta de los Simios (secuela), Ballerina (spin-off), Bad Boys 4, Inside Out 2, A Quiet Place 3, Mi villano favorito 4, Twisters (secuela), Deadpool (secuela o remake, no sé).

En otro momento del ensayo Soto Ivars se hace estas preguntas que casi resultan crueles: ¿Es que eran más libres los gais en 1993? ¿Qué hay de los negros? ¿Y de las mujeres? ¡Las mujeres son más libres hoy que en 1998! O por el otro lado, ¿es que somos más libres bajo la dictadura progre? En realidad los jóvenes pastorean en esta última década a los mayores. Todo empezó en las universidades dominadas por la izquierda políticamente correcta -recordemos que ser de izquierdas no es ser woke o por lo menos no es auténtica izquierda-.

Otro tema que aborda es la ironía -su arma preferida-: ¡No! La ironía puede ser una forma de protesta, un grito de rabia; también un razonamiento extremo o una denuncia a la hipocresía de los que se fingen conmovidos. Incluso puede ser una forma de llanto, el brillo más sofisticado de la sensibilidad, de la herida.

Y ¿sobre mujeres y hombres?: De hecho, la proyección mental que mucha gente hace de las palabras brecha de género es mujeres tratando de convertirse en directivas de empresa sin lograrlo, excluidas de los bomberos por no poder superar las pruebas físicas o camareras de piso explotadas y deslomadas de tanto hacer las camas (¿de los hombres?). Pasa con la brecha de género lo mismo que con la palabra sexismo, que se interpreta como sinónimo de machismo.

En el autor late un desengaño como votante soy carne de abstención: «¿Cuál es tu ideología?». Había bebido mucha cerveza y respondí que yo era de una izquierda materialista, no nacionalista y más bien socialdemócrata, es decir, conservador. El periodista me rio la boutade y yo mismo pensé que había soltado una, pero luego, descansando en el hotel, me di cuenta de que no era ninguna boutade. ¿Se puede ser de izquierdas y conservador? Es más, ¿significa hoy ser de izquierdas otra cosa que ser conservador?
En capítulo final del libro reflexiona sobre la caricatura: El conocimiento empieza por conocer al otro y su forma de pensar. Impone la pauta de leer sus libros, de informarse con sus periódicos, de escuchar a sus ídolos y examinar sus creencias sagradas sin recelo ni cinismo. El conocimiento solo es posible en libertad, y la libertad se adquiere asesinando los prejuicios. Ojo: no los prejuicios con los que nos mira el otro, sino los prejuicios con los que lo hemos mirado siempre.

En definitiva un buen libro con algunos excesos en concreto cuando se refiere a la religión católica y también a otras religiones. El autor demuestra en su análisis que esta batalla cultural es muy importante en estos momentos. La cultura que quiere imponerse es demoledora para la democracia y para la libertad.
Soto Ivars cuenta que, gracias a las redes sociales -empezó a publicar hace años sus opiniones en Facebook- encontró un trabajo fijo como columnista. Un periodista se fijó en él y le presentó al director de un periódico. ¿Puede suceder también algo parecido con este blog?
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