Merkel, Angela; Baumann, Beate. Libertad . RBA Libros.
Pocos políticos pueden poner la palabra libertad como título a sus memorias: ¿Qué es la libertad para mí? Es una cuestión que me ha ocupado toda la vida, tanto en lo personal como en lo político. Para mí, libertad es averiguar dónde están mis límites, es no dejar de aprender, no tener que permanecer en el mismo sitio, sino poder seguir avanzando, incluso después de haber abandonado la política. Para mí, libertad significa poder abrir un nuevo capítulo en mi vida. Acabo de terminar la lectura de este apasionante libro. Ha sido una experiencia muy gratificante poder conocer más a fondo la figura política de Merkel, su biografía y la forja de su personalidad. Merkel ha querido reflejar: Más que nada, en estas páginas he querido relatar la historia de mis dos vidas: la primera, hasta el año 1990, desarrollada en una dictadura; y la segunda, desde 1990, en una democracia. En el momento en que los primeros lectores abran este libro, ambas vidas cubrirán más o menos el mismo período, dos veces treinta y cinco años. Pero en realidad no se trata de dos vidas; en realidad se trata de una sola vida, y la segunda parte de esta vida no se entiende sin la primera. El libro lo ha escrito con la colaboración de Beate Baumann, que fue asesora y como consecuencia también testigo, desde 1992, de los acontecimientos que son narrados.
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La primera parte se desarrolla desde su nacimiento en 1954 hasta 1989. Ángela Merkel nació en Hamburgo. Sus padres se habían casado en 1952. El padre de Merkel estudió teología y había tomado la decisión de ir a la RDA. Su madre decidió seguir a su padre y dejar sus sueños de ser profesora: En Hamburgo, mi madre estudiaba inglés y latín. Su idea era trabajar como profesora en un instituto de secundaria. Sus amigos de la comunidad estudiantil la llamaban bromeando «Mercedes», porque al igual que su madre, siempre soñó con tener su propio automóvil, lo más grande y veloz posible.[… ]En el Waldhof, mi madre también encontró nuevas ocupaciones. Por ejemplo, impartir clases de alemán y matemáticas al personal administrativo de la iglesia en el Colegio Pastoral, o clases de griego y latín a los futuros alumnos del Convictorio de Berlín, un centro de formación teológica de la Iglesia protestante, con el fin de prepararlos para sus estudios. Más tarde esa actividad docente se fue desdibujando. La RDA no permitía que la esposa de un Pastor fuera maestra en la escuela pública. Pero la casa de los padres fue una casa abierta en la que se recibía con afecto a mucha gente.
Merkel recuerda especialmente los encuentros de los fines de semana con otros párrocos. Le gustaba escuchar las conversaciones de los adultos, especialmente aquellas que se referían a temas políticos, aunque había que tener cuidado con algunos infiltrados de la Seguridad del Estado. La construcción del muro -lo que significó para sus padres- es uno de sus recuerdos más dolorosos. Los estudios anteriores a la universidad tuvieron más o menos este resumen: excelentes calificaciones, ningún premio ya que el problema era no pertenecer al Movimiento de pioneros, las juventudes del régimen: De hecho, vivíamos en dos mundos. Uno era el de la escuela, el otro era nuestra vida privada antes y después de la escuela. Acabó perteneciendo al Movimiento, pues no hubiera sido posible, en caso contrario, poder estudiar en la universidad. Otro de sus problemas recurrentes fueron las clases de educación física y los correspondientes exámenes. Merkel recuerda como un puñetazo en el estómago el aplastamiento de la Primavera de Praga. Este hecho supuso un cambio también en la mentalidad de su padre que se convirtió a partir de entonces en un opositor al sistema político. Como consecuencia, llegan los problemas con la seguridad del estado. En 1971, el presidente de la RDA, Erich Honecker, impuso algunos cambios todavía más restrictivos en las costumbres: Entre ellas estaba no poder llevar vaqueros a la escuela y enviar a los chicos constantemente a la peluquería, porque los profesores opinaban que llevaban el pelo demasiado largo. Me ha parecido muy interesante en la narración de Merkel que en el noveno curso se pusiera en marcha una asignatura con el nombre de educación cívica: Estudiamos la vida y la obra de Karl Marx y Friedrich Engels, su relación con la clase obrera y el desarrollo del materialismo dialéctico. Teníamos que resolver tareas como: «Demuestre que el conocimiento científico de Marx y Engels era y sigue siendo correcto». Merkel solicitó una plaza en la Universidad Karl Marx de Leipzig para estudiar ciencias físicas (1973): No había sido la asignatura más sencilla para mí, pero había otras razones para mi elección: se trataba de una ciencia natural, y ni siquiera la RDA podía tergiversar los hechos. Dos más dos eran cuatro. Así que podría hablar de lo que aprendía sin censura. Para Merkel la clave fue siempre la lucha por la libertad: El verdadero arte de vivir radicaba en averiguar exactamente dónde estaban esos límites. Mi carácter algo conciliador y mi enfoque pragmático me ayudaron, pero fue vital que en casa podíamos «hablarlo» todo, y a mis hermanos y a mí nuestros padres nos enseñaron de una manera amable a tomar decisiones independientes en este mundo. Unas decisiones que nos permitían vivir dentro del sistema, pero que no iban más allá del punto a partir del cual ya no pudiera mirarme en el espejo. En la universidad, Merkel se encontró otra vez con la educación física -no era ninguna maría como se decía por aquellos años en la universidad española- sino de aprobado obligatorio para la carrera. Los cien metros lisos no eran desde luego su especialidad, pero al repetir la prueba la aprobó. Naturalmente también hubo que aprobar también las clases de política denominadas ML : marxismo-leninismo. Fue expulsada de una de estas clases de ML por estar haciendo ejercicios de física y matemáticas. El hecho le resultó muy doloroso: Pero, al mismo tiempo, hoy sigo teniendo una sensación diferente. No sé exactamente cómo describirla, y estoy buscando la palabra adecuada. Quizá sea superioridad. Superioridad en relación con las reprimendas y los intentos de intimidación de un Estado que nunca confió en sus ciudadanos y, sobre todo, ni siquiera en sí mismo. La RDA no consiguió arrebatar a Merkel su sentimiento de libertad ni sus convicciones. En las excursiones de los universitarios por vacaciones conoció a su primer marido Ulrich Merkel en 1974. Pero también echaba de menos a la gente de Waldhof, su casa: Echaba de menos a mi familia, sobre todo a mi hermana; echaba de menos a mis dos mejores amigas del colegio; echaba de menos el campo, los bosques, la soledad de la naturaleza, bañarme en los lagos. Deberán disculparme, pero desde el punto de vista de alguien criado en el Uckermark, el baño en los lagos de la zona de Leipzig no estaba a la altura. Ulrich y Ángela se casaron en 1977 y se fueron de luna de miel a la isla de Hiddensee, una lugar maravilloso en septiembre tal y como lo describe Merkel. El proyecto fin de carrera lo hizo en el Instituto Central de Investigación de Isótopos y Radiaciones de Leipzig. Una oportunidad magnífica para aprender a investigar y hacer nuevos amigos. El trabajo lo hizo sobre química física. Se diplomó en ciencias físicas con un sobresaliente global. El destino siguiente fue Ilmenau para que ambos hicieran el doctorado. Merkel por su relación con la Comunidad Evangélica tuvo problemas para ser admitida.
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Le propusieron ser una informadora/espía de sus profesores: —Saben ustedes, lo que hemos estado hablando aquí me está afectando de verdad. Tengo que contárselo enseguida a mi marido, que me ha acompañado hasta aquí. Soy una persona comunicativa y siempre tengo que contar a los demás todo lo que me preocupa. No fue admitida, pero su marido en cambio también había sido admitido como profesor ayudante en la universidad de Humboldt en Berlín.
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Acabó consiguiendo ser aceptada en el equipo de investigación del departamento de química teórica ZIPC: Quizá también me ayudó el hecho de que en el equipo de investigación no hubiera ninguna mujer trabajando como científica. Por entonces se puso en marcha por parte del canciller Willy Brandt la Ostpolitik (1972)y como consecuencia la posibilidad de viajar para una científica como Merkel: En el Instituto de Química Física, yo pertenecía al Departamento de Química Teórica. En aquel departamento trabajaban unos diez científicos, todos en el campo de la química cuántica. Aparte de la secretaria, yo era la única mujer del equipo. En el instituto trabajaban unos setecientos colaboradores. El muro era una realidad insoportable para Merkel.
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Se afilió al sindicato FDJ para poder acceder a actividades culturales y conocer más gente que no fueran solo los químico físicos. Su proceso sindical – 1978- llegó hasta la Federación Alemana de Sindicatos Libres. . A partir de entonces Merkel se plantea su futuro profesional- Se encontraba un poco harta con veinticinco años de reforzar la ciencia de un estado como el de la RDA: Aquella toma de conciencia alentó el deseo de cambiar radicalmente mi vida una vez más. Decidí empezar de nuevo, también en el ámbito privado. Una mañana de la primavera de 1981, salí de nuestro piso de la Marienstrasse con una maleta en la mano. Me mudé temporalmente con una compañera. Dejé nuestra vivienda a mi marido, que tanto trabajo había invertido en ella, y volví a buscar piso. Ulrich Merkel y yo nos divorciamos en 1982, pero conservé su apellido. […] A mediados de los ochenta, mi vida volvió a cambiar de manera radical. Conocí a Joachim Sauer, que sigue siendo mi marido. Ya nos conocíamos profesionalmente, pero entonces fue diferente. Nos enamoramos.Al final terminó su tesis doctoral en 1985 con un magna cum laude. Hasta 1987 no pudo viajar a Hamburgo su ciudad natal. Tuvo conciencia por entonces de que no conocía la parte occidental de Alemania. Viajó en el Intercity: Sin embargo, para mi horror, algunos de los estudiantes de Alemania Occidental colocaban sin más las piernas y los zapatos sucios sobre el bonito tapizado de los asientos, algo que me pareció inaceptable. En la RDA nunca había visto un comportamiento semejante. Por fin cayó el muro y empezó otra vida para Alemania: Había tenido mucha suerte. Ahora tenía treinta y cinco años, era lo bastante joven para empezar una vida nueva. No tenía ni idea de lo que ocurriría a continuación. No obstante, para mí una cosa estaba fuera de toda duda: la estructura de la RDA no podía reformarse desde dentro. Era como una chaqueta de punto: si el primer botón se abrocha mal, hay que empezar de nuevo para abotonarla bien. Y el primer botón de la RDA estaba mal abrochado. Estaba profundamente convencida de ello. De esta forma comienza la segunda parte del libro: Un despertar democrático. El preámbulo adecuado para su comienzo en la política de una Alemania unificada y acabar pronunciando: No nací para ser canciller.
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