El “27”: Manuel Chaves Nogales (6)

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Periodismo literario (16)

1933

                Chaves-Nogales continuó durante este año la publicación de novelas cortas en Ahora. Véase La bolchevique enamorada. Como periodista Chaves recorre Alemania e Italia. El compromiso político se manifiesta en estas crónicas: “Como se vive en los países de régimen fascista” o “Sesenta millones de alemanes bajo el signo de la esvástica. Y cuarenta millones de italianos bajo el fascio”.

Manuel Chaves Nogales (centro), en los talleres del rotativo ‘El Heraldo de Madrid’ en los años 30. (SUR)

Chaves-Nogales informó con precisión del ambiente prebélico de la Alemania de Hitler. Se dio cuenta de la mediocridad de los líderes rusos, alemanes e italianos. Su actividad en Alemania le hizo  figurar en las listas de la Gestapo. Fue capaz de comprender anticipadamente la importancia de los acontecimientos que vivía Europa antes de la segunda guerra mundial, desde la Alemania de Hitler hasta la Rusia de Stalin. El resultado fue que sus crónicas y reportajes en Ahora y en Estampa fueron devorados por los lectores.

Cartel utilizado en la guerra civil sobre el anarcosindicalismo.

                La línea editorial de Ahora trataba de ayudar al gobierno republicano ante los convulsos acontecimientos: la rebelión anarcosindicalista de Barcelona, pasando por Levante, y después al resto de España, especialmente Andalucía. Dos crónicas de Chaves dan testimonio de los diversos sucesos bajo el título genérico de Enemigos de la República: 10.000 comunistas, 18-1-1933 y Todos, anarcosindicalistas, 20-1-1933. Los trágicos sucesos de Casas Viejas en la provincia de Cádiz significaron el alejamiento de los campesinos respecto a la posibilidad de una reforma agraria republicana que fuera capaz de establecer una auténtica mejora de su situación.

Casas Viejas. La lucidez de Chaves- Nogales sirve para entender los graves sucesos que estremece sontemplar y recordar.

La segunda republica empieza a verse agitada por varios acontecimientos violentos y convulsos. La desconfianza se empieza a abrir paso en la opinión pública. Cae el gobierno de Manuel Azaña. En Andalucía las cosas se precipitan tras los terribles sucesos de Casas Viejas: La bravata impresionante de los que, teniendo la suficiente sensibilidad para percibir la injusticia social, son incapaces de una reacción inteligente, de una actuación social lógica, perseverante y tenaz. Virtud o vicio de nuestra heroicidad racial. Es más fácil ser héroe un día que hombre durante toda una vida.

Exposición 100 años de Anarcosindicalismo (2012)

En la crónica seleccionada Todos, Anarcosindicalistas, Chaves-Nogales describe el ambiente anarcosindicalista de Córdoba: Poco le queda que hacer ya en Cataluña al anarcosindicalismo. Ahora es Andalucía la que padece ésta que Lenin llamó «enfermedad infantil del obrerismo». Son los revolucionarios más temibles para la República según el autor de la crónica. Chaves-Nogales escribe con lucidez sobre el tema a pesar de la gravedad y la crueldad de los hechos desde su inicio hasta su desenlace: Esto es lo que más nos acongoja de esta tragedia de Casas Viejas. La inocencia paradisíaca de unas almas sacrificadas por la estupidez. El análisis que el cronista realiza nos introduce en esta compleja situación y nos ayuda a entenderla más allá de la simble lectura histórica de los hechos: Esto será siempre igual, en el Estado monárquico que en el republicano, el socialista o el comunista.

100 años de anarcosindicalismo.

TODOS, ANARCOSINDICALISTAS

1933

Córdoba. A medida que nos adentrábamos en las callejas del barrio de Santa Marina, las pisadas sobre las anchas losas de las aceras se iban haciendo claras, sonoras y distintas. En el silencio del conticinio, la voz de los raros transeúntes se impostaba, crecía al resonar en el ámbito de las callejuelas, y la figura humana se engrandecía a medida que las casas se achicaban y arrimaban las unas a las otras. En estas callejuelas de Córdoba, el hombre, el ciudadano, tan venido a menos, tan empequeñecido, en medio de las grandes vías urbanas, recobraba su importancia, la enorme importancia de ser hombre. La figura humana plantada en medio de la calleja estrechita, con el cielo estrellado encima mismo de la cabeza, el cielo casi por montera, tomaba un realce impresionante y sus ademanes adquirían súbitamente dignidad y trascendencia. Entonces surgió el primer anarcosindicalista. Estaba, detrás de una cortinilla de junco, en el patiezuelo de una tabernita, ante un medio de a veinte. Una triste sombra de mendigo que andaba arrastrándose junto a las paredes había levantado tímidamente la cortinilla y le pedía una limosna. El primer anarcosindicalista, muy plantado ante su vaso de vino de Montilla y su coro de amigos, reprendía al mendigo dándole una severa lección de dignidad humana. Y con una voz clara, escuchándose a sí mismo, complacido indudablemente de sentirse tan rotundo y resonante en el ámbito silencioso del barrio adormido, le adoctrinaba en rebeldías. —No se piden limosnas por el amor de Dios. Eso es una vergüenza. —Tengo hambre. ¿Qué hago? —decía el triste. —Se roba. Si tienes hambre, vete al Gran Capitán, y allí, delante de todos los señoritos de los casinos, lo dices así: tengo hambre, quiero comer, vengo a que me deis pan, por las buenas o por las malas. Vete al Casino de la Amistad y dile al marqués de Dios que te dé la cartera, o le sacas los redaños del cuerpo. Y el primer anarcosindicalista hacía una pausa para dejar rodar por las callejas atemorizadas el eco apocalíptico de sus palabras altisonantes. En la bocacalle se agigantaban también sobre la blancura del muro enjalbegado las sombras torcidas de los guardias de asalto y de sus tercerolas, cuyos cañones se alargaban inverosímilmente al ser proyectados sobre la pared. MENTALIDAD ANARCOSINDICALISTA Éste es todo el anarcosindicalismo andaluz. La bravata impresionante de los que, teniendo la suficiente sensibilidad para percibir la injusticia social, son incapaces de una reacción inteligente, de una actuación social lógica, perseverante y tenaz. Virtud o vicio de nuestra heroicidad racial. Es más fácil ser héroe un día que hombre durante toda una vida. Todos esos millares de anarcosindicalistas que hay en Andalucía son capaces de plantarse un día delante de los casinos y descuartizar al marqués de Dios —como decía el hombre de la calleja cordobesa—, pero incapaces, absolutamente incapaces de defender hora tras hora y día tras día su dignidad humana, su condición de ciudadanos y sus derechos de trabajadores frente a los poderes arbitrarios, feudales, que les han impedido llevar una existencia digna. Por eso todos son anarcosindicalistas, y pocos, o ninguno, socialistas o comunistas. Ésta es la verdad social de Andalucía. Todos, anarcosindicalistas. Pasarán muchos años antes de que los socialistas puedan decir, sin el resquemor de engañarse a sabiendas, que tienen alguna fuerza en Andalucía. Por azares locales y arbitrariedades de la política de campanario, es posible que la UGT controle las fuerzas proletarias de algunos pueblos; pero esos socialistas de los campos andaluces no tienen de socialistas más que el nombre, arbitrariamente adquirido en un vaivén cualquiera de las luchas aldeanas contra el caciquismo. Llámense como se llamen, no son otra cosa que anarcosindicalistas. Los llamados «obreros de la base» de Andalucía siempre entenderán mejor —aunque sean socialistas y tengan su carnet de tales— el lenguaje prosopopéyico de los delirantes propagandistas de la FAI o de la CNT que las palabras prudentes de Besteiro o Largo Caballero. Y lo mismo que a los socialistas les pasa en Andalucía con los obreros de la base a los comunistas. La única diferencia que hay es la de que, en el socialismo, los jefes (ya que no las masas) saben exactamente lo que quieren y son auténticamente socialistas, y en el comunismo, ni los jefes ni las masas saben «de qué van», como dicen los chulos. Se encuentra uno en los pueblos andaluces con dirigentes comunistas que a lo mejor han sido antes de la UP, y oyéndoles hablar se ve enseguida que no es imposible que el día de mañana entren en un sindicato católico. La historia del comunismo español —no sólo andaluz— está llena de estas conversiones fulminantes, de estos quiebros patéticos de iluminados que al revolver de una esquina se encuentran en el camino de Damasco con un padre Gafo cualquiera. LOS REVOLUCIONARIOS MÁS TEMIBLES Esta fuerza anarcosindicalista es el enemigo más fuerte de la República. Momentáneamente, claro es. A la larga no tiene ningún valor. El movimiento anarcosindicalista lo liquidará la República en unos años, quizá ya en unos meses. Es tan absoluta y fatal su esterilidad, que si no fuese un juego demasiado inhumano y no fuese el nuestro un país excepcional, en el que todavía se da con demasiada frecuencia el iluminado, el héroe, el hombre capaz de hacer barbaridades, era cosa de que los gobernantes burgueses lo apoyasen indirectamente o, por lo menos, no lo dificultasen demasiado, en la seguridad de que así paralizaban la acción, que cada vez ha de ser más enérgica, de las organizaciones de clase, socialistas y comunistas. Algo de esto se ha dado ya en Andalucía, donde, por necesidades estratégicas de su lucha con los socialistas, los radicales han tenido que entenderse con las Casas del Pueblo francamente anarcosindicalistas. Aunque el propio señor Lerroux no lo sepa, es más frecuente de lo que se pudiera sospechar el caso del radical con mentalidad anarcosindicalista y del anarcosindicalista que en definitiva no alberga en su fondo más que un inocuo y sentimental miembro de comité local del Partido Republicano Radical. Yo he encontrado por esos pueblos de la provincia de Córdoba anarcosindicalistas de Lerroux y hasta de don Niceto. Esto sin contar con el otro anarcosindicalismo, el más peligroso de todos, el de los señoritos, que son más avanzados que nadie. Porque lo curioso de estas luchas sociales de Andalucía es su desigualdad. Frente a una fuerza destructora no hay ninguna fuerza conservadora. Los gobernantes de la República tienen que contener los embates del anarcosindicalismo sin más fuerza de que echar mano que la Guardia Civil y sin más asistencia que la de unas docenas de personas razonables de la clase media, porque las fuerzas que debieran ser socialmente conservadoras permanecen indiferentes, y si las apuran mucho, se pasan al enemigo, unas por falta de convicciones, otras por debilidades sentimentales, otras por frívola aspiración de no quedarse atrás, otras por turbio y punible afán de derribar el régimen. Sin perjuicio de poner el grito en el cielo cuando ven que les van a quitar los cortijos, los señoritos tienen de ordinario una actuación ciudadana subversiva y anarquizante. No creen en nada de lo que representan. Yo les he oído hablar en los casinos y en los cafés y me he maravillado de su nihilismo. Creo que no existe hoy en Europa una clase social tan revolucionaria como la burguesía y la aristocracia territorial de Andalucía. «POUR L’ESPAGNE ET LE MAROC» Pero con ser esta del anarcosindicalismo la única realidad social de Andalucía, cada vez el peligro revolucionario que la FAI y la CNT puedan representar es más remoto. Cada vez están más maduras. No nos equivoquemos por la intensidad y la desesperación de las últimas intentonas. El comunismo libertario dejó de existir hace exactamente doce días: murió en La Rinconada aquella mañana que el pueblo anarcosindicalista triunfante se planteó por primera vez el problema de nombrar sus primeros guardias de asalto y sus primeros carceleros. Esta caricaturesca afirmación tiene, con ser tan grotesca y arbitraria, un exacto sentido. Si fuera posible hacer la experiencia, valía la pena de que las clases burguesas dejasen el campo libre a los anarcosindicalistas para que hiciesen su pintoresco ensayo. Uno de los pocos hombres de cabeza clara que he encontrado en Andalucía le decía la mañana de la última intentona al dueño de una fábrica de Sevilla que temía, acongojado, el curso que pudieran seguir los acontecimientos: —No se preocupe usted demasiado: si esta tarde vienen los anarcosindicalistas a apoderarse de la fábrica, désela usted y márchese; estropearán un poco las máquinas, romperán algunos cristales, hasta es posible que se lleven el dinero burgués que tenga usted en la caja. Esto es inevitable. Pero márchese sin desesperarse. Tarde o temprano irán a buscarle a usted. Lo malo será el día que le pidan a usted la fábrica no los terribles anarcosindicalistas, sino los comunistas o los mismos socialistas. Entonces defiéndala usted con las uñas y los dientes, porque si se quedan con ella no se la devolverán jamás. La CNT y la FAI, a costa de estas penosas etapas que estamos atravesando, a costa de tantas vidas inocentes y tantos daños irreparables, van liquidándose. El anarcosindicalismo, vieja aberración nacida en Centroeuropa, ha ido desplazándose desde el centro de la civilización hacia la periferia. De Francia pasó a Italia; luego, entró en España por Barcelona. Poco le queda que hacer ya en Cataluña al anarcosindicalismo. Ahora es Andalucía la que padece ésta que Lenin llamó «enfermedad infantil del obrerismo». Lo de Andalucía se acabará pronto. Dentro de poco, siguiendo su trayectoria fatal, tendremos anarcosindicalismo en Marruecos. ¡Grandes tipos de anarcosindicalistas van a ser las gentes de Abd el-Krim! Y dentro de diez o quince años leeremos que se plantean estos pavorosos conflictos de la acción directa, el apoliticismo y el comunismo libertario, en Liberia y Dahomey. LAS ALMAS EN PENA DE LOS DE CASAS VIEJAS. Si fuera posible resucitar a los muertos de Casas Viejas, y, como niños grandes que eran, llevarles a una escuela para que aprendiesen a leer y escribir; si, después, fuera posible hacerles ir pasando por las lentas y penosas etapas que determinan en el adolescente la formación espiritual del individuo, primero, y luego, la aparición del espíritu de clase; si fuera posible que volviesen a encontrarse otra vez en colisión con el Estado, los retacos en la mano, frente a frente con la Guardia Civil, y cupiera imaginar que, conscientemente ya, sabiendo lo que querían, se hiciesen matar, ¡qué pavorosa desolación la de esas pobres almas en pena de ciudadanía al advertir que se habían hecho inmolar estúpidamente! Esto es lo que más nos acongoja de esta tragedia de Casas Viejas. La inocencia paradisíaca de unas almas sacrificadas por la estupidez. El hecho es tan monstruoso, que él sólo basta para conmover los fundamentos de las más caras convicciones democráticas. ¿Vale el respeto a las normas de la democracia la pena de tolerar con los brazos cruzados que unos irresponsables que escriben artículos o pronuncian discursos incoherentes, en los que ni siquiera aciertan a expresar lo que quieren, arrastren a la muerte a unos hombres que acaso fuesen los mejores de entre todos nosotros, los más sanos, los más puros, los únicos que han sabido poner sus convicciones por encima de sus vidas? Hay, o debe haber, un limbo para los héroes que se equivocaron, para el sacrificio estéril, para la heroicidad inútil y estúpida. ¡Descansen en él las pobres almas en pena de los héroes inútiles de Casas Viejas! Pero no contribuyamos a poblar ese limbo terrible con los mejores hombres de España. Salgamos al paso de esa propaganda criminal del anarcosindicalismo, si no con procedimientos dictatoriales de gobierno, con la fuerza democrática de nuestra contrapropaganda. Responsables de la muerte de los de Casas Viejas lo son tanto como los propagandistas del anarcosindicalismo los que no tienen alma bastante ni convicciones lo suficientemente firmes para alzar frente a ellos la voz de su razón. Esto lo hemos de hacer nosotros, todos; no el gobierno. El gobierno, el Estado, surgida la colisión, no puede hacer otra cosa que imponer con la boca de sus fusiles el cumplimiento de la ley que el pueblo a sí mismo se ha dado. Esto será siempre igual, en el Estado monárquico que en el republicano, el socialista o el comunista.

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