Periodismo literario en la generación del 27 (7)

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Ensayistas en los periódicos

La enseñanza de los maestros novecentistas (Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, etc.) seguía estando vigente. Por otra parte, continuaba la llamada oratoria ensayística con posterior publicación escrita. La Retórica, como siempre tan útil, ofrecía sus abundantes recursos para la corresponsalía (Berlín, París…) con resonancias políticas, ya de añoranza de tiempos imperiales lejanos, como de deseos más o menos manifiestos de un “nuevo orden”. Por supuesto que hubo también cronis­tas que contaban cómo en Rusia habían dejado de ser esclavos para “ser un pueblo de hombres”. Las cuerdas estaban tensas desde la dictadura de Primo de Rivera hasta el big bang de 1936. El ensayo se manifestaba en forma de crónica o en series de artículos en diarios o revistas. De este periodo destacamos las figuras de E. Giménez Caballero y de J. Bergamín. Junto a ellos encontramos a cronistas, ensayistas, que parten del periodismo profesional –el otro 27 se le ha llamado- como Eugenio Montes, César González Ruano, etc.

Ernesto Giménez Caballero (1899-1988)

Fundar La Gaceta literaria (1927) supone situarse como uno de los ejes fundamentales del vanguardismo español. El ensayo en su pluma se desliza desde lo cultural a lo político, de la crítica literaria a la cinematográfica. Sus posturas ideológicas le llevan como al resto de autores del 27: del vanguardismo al compromiso. Su militancia falangista, con exaltado nacionalismo propio de la época, está servida en una prosa intelectual o intuitiva que no ha perdido interés. Es una prosa vanguardista siempre sorprendente, incluso para el lector actual, que puede pensar que ya lo ha visto, o mejor dicho leído todo. Se verá en la correspondiente antología.

José Bergamín (1895-1983)

Se inicia en el periodismo en 1923 en las páginas del suplemento literario de El Impar­cial. Aunque poeta y también dramaturgo es el prosista oficial del 27. El aforismo es el elemento esencial de su prosa que se extiende por diarios y revistas. Su actividad política y literaria es muy intensa y culmina con la fundación de Cruz y Raya, tomando como base un planteamiento que hace compatible con ideologías opuestas.

Un planteamiento singular puede ocupar la crítica literaria en su actividad periodística. Desde el 98 la crítica literaria se había consolidado de forma rotunda en la prensa diaria. Pos­teriormente, en la etapa novecentista alcanza unos niveles intelectuales y en cierto modo canonistas, que se desprenden de la concepción de novela orteguiana y de los planteamientos de la deshumanización del arte.

Enrique Díez Canedo (1879-1944)

A principios de siglo Díez Canedo era un escritor ya conocido en los círculos literarios de Madrid. Junto a la traducción se dedicó especialmente a la crítica literaria y a revistas como España y Madrid. Después de la guerra se exilió a México y continuó su actividad periodística siempre de gran calidad literaria. Su crítica se extendió por todos los géneros y en teatro se convirtió en un auténtico referente.

Rafael Cansinos-Assens (1883-1964)

El Madrid bohemio y literario nunca tuvo secretos para Cansinos. Las tertulias eran su residencia y en ellas encontró a la vanguardia. Su labor de crítico se extendió por revistas Helios, Cervantes, etc. y por numerosos periódicos La Correspondencia, La Tri­buna, etc. Su crítica literaria tiene un cierto aire lírico, que le aleja de los cánones de la crítica literaria.

Articulismo literario: El “otro” 27

Los estudios sobre el 27 han tardado años en aceptar que los periódicos servían litera­tura diaria en forma de crónica, de artículo o de columna. La ideología tampoco ayudó mucho, porque bastantes de sus autores se manifestaron admiradores, en un principio, de Hitler y de Mussolini. El rechazo de lo totalitario llegó demasiado tarde y en el mejor de los casos quedaron en el recuerdo como periodistas escritores cercanos a Falange España, contrarios por tanto a la Segunda República, y mecidos por la vida tranquila de los triunfadores. Ya en los años ochenta, la investigación literaria ha sido más generosa. Se han hecho varias tesis, se han publicado algunas monografías, y especialmente antolo­gías que recuerdan que la literatura siempre sobrevivirá a la crítica y a la investigación de barricada: no pasarán, no existen, hay que borrarles de la Historia. Esta es, en definitiva, una de las líneas biográficas que suele ser coincidente en estos autores que, con timidez en los años ochenta, se empezó a llamar el “otro” 27. Finalmente la obra en libro, en la mayoría, es escasa y casi siempre recopilatoria de lo ya publicado en periódicos.

La profesora Palomo sitúa a la mayoría de estos autores en las primeras décadas de la posguerra. Incluye en la correspondiente nómina a Josep Pla, ya que después de la guerra empieza su obra en castella­no. Unas líneas más abajo, Palomo esboza algunas características que, sin rigidez, pueden ser aplicadas a la mayoría a estos autores: en primer lugar, la relación entre literatura y periodismo es tan estrecha que se puede decir que escogieron el periódico para volcar su literatura. El periódico les da éxito inmediato sin necesidad de desarrollar una obra en libro

Citando a González Ruano, Palomo remata el argumento: “en suma, a mi entender, la literatura se está refugiando en el artículo y los literatos de hoy son los cronistas (…) Estamos, sin habernos dado cuenta de ello, en la edad de oro del artículo, y no sé hasta qué punto un mal novelista o un comediógrafo mediocre, o un poeta de esos que escriben de oído y fórmula pueden continuar en el engaño de que ellos y no los otros representan la literatura, sobre todo en España” (González Ruano). En Madrid, tertulias, ambientación y la mayoría de los periódicos, les hacen converger desde diversos lugares de la periferia peninsular. Su posición ideológica, intensificada y polarizada durante la Segunda República, les hace escribir en los mismos periódicos. El artículo, a veces la crónica, les une con fuerza y hermandad en un género literario. A este respecto González Ruano afirma: “El artículo o la crónica hay que decir que fue el auténtico género literario propicio y característico en nuestra generación. Creo de verdad que el artículo nunca se escribió ni probablemente volverá a escribirse tan inmejorablemente bien y como representación absoluta del valor literario como se ha escrito por nuestra generación”.

Como ya se ha comentado, algunos autores coinciden en no presentar para la posteri­dad alguna obra publicada en libro que no fuera recopilatoria. En algunos casos fue un perezoso perfeccionismo que hacía imaginar un libro tan ideal que nunca llega a escribirse. En otros, el trabajo indudable de escribir todos los días, como señala la profesora Palomo, tomando la idea de González Ruano, “además de que el escritor se acostumbra a unas proporciones determinadas y acaba por no ver ningún tema con dimensión suficiente para que pueda ser objeto de un libro”.

En otra entrada se presentarán algunos artículos inolvidables.

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