La democracia muere en la oscuridad (The Washington Post)

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BARON, Martin (Tampa, 1954): Frente al poder. Trump, Bezos y The Washington Post (La Esfera de los Libros). 2024

Baron ha publicado este libro por tres razones esenciales según declara en la magnífica entrevista que le hace Álvaro Sánchez de León (cfr. en https://www.aceprensa.com/la-entrevista/martin-baron-el-buen-periodista-cree-que-la-verdad-existe-aunque-sea-dificil-encontrarla/ ). La primera razón consiste en dar cuenta de la compra del The Washington Post por el dueño de Amazon, Jeff Bezos en 2013. A los pocos años, llegó Donald Trump: un candidato a la Presidencia estadounidense como nunca antes habíamos visto. Y llegó a ser presidente, y era un presidente como nunca antes habíamos visto… Tenía muchas experiencias personales que quería contar con un relato vivo y preciso de esa época que me tocó vivir muy cerca de la primera línea. En segundo lugar, ha pretendido -resulta una lectura apasionante- explicar cómo funciona una redacción como la del Post. Cada día era necesario preparar explicaciones, decisiones con muchas dificultades aunque, como comenta, muchos lectores no compartieron sus argumentos. Es apasionante la descripción que hace de los hechos y de las informaciones. Finalmente, el libro relata cuáles han sido los principios del Post, sus valores troncales y, en definitiva, la forma de entender el periodismo para Baron.

La polarización es un modelo de negocio para muchos políticos actuales y también para algunos medios de comunicación (Martin Baron)

El libro comienza con la cena con el presidente Trump el 15 de junio de 2017. Era confidencial, pero… Asistían Jeff Bezos propietario del Post, el director general Fred Hiatt y Martin Baron como responsable editorial. Junto al presidente Trump estaban Melania y su yerno Jared Kushner, Ivanka no pudo asistir. La conversación de Trump consistía en despreciar a los medios informativos, primero al The New York Times y después al Post. Esa misma tarde el Post estaba preparando un informe sobre las injerencias rusas en las elecciones de 2016: Cuando estábamos a punto de sentarnos, la ayudante de Trump, Hope Hicks, de veintiocho años, le entregó a Kushner su teléfono. Nuestra alerta de noticias acababa de saltar, haciendo sonar millones de aparatos móviles, y sin duda también el suyo. «Muy shakespeariano», le susurró a Kushner: «Cenando con tus enemigos». Hiatt contestó con un murmullo: «Nosotros no somos vuestros enemigos». Quedo claro que para Trump sus enemigos eran la prensa y en concreto cierta prensa. Pero Trump se portó encantador el resto de la cena.La conversación derivó hacia líderes extranjeros, el problema de Afganistán: Obama no creía que debiera permitir que el ejército matara a gente en Afganistán; Trump le dijo al ejército que simplemente lo hiciera, y que no pidiera permiso. Egipto necesitaba a un tipo duro como el presidente Abdelfatah al-Sisi; de lo contrario, el país podría ser un desastre -el final del problema no puede calificarse de exitoso por parte de Biden-. Trump saltaba de un tema otro, de Putin a Netanyahu y la Autoridad Palestina. Lo que quedó claro es que Trump iba a gobernar para su 47% de electores para que continuara el apoyo y asegurar la reelección (cabezas de bisonte). En el número uno de su lista de enemigos estaba la prensa. Indirectamente Bezos, cuatro meses después vio cómo subían los servicios postales utilizados por Amazon; también la obstrucción de algunos contratos con el Departamento de Defensa. O sea Bezos y el Post. En definitiva, como intenta contar a lo largo del libro Baron: En un breve período, me vi arrastrado en una serie inaudita de acontecimientos: la adquisición del Post, que pasó a manos de Jeff Bezos, un monstruo de la tecnología que había cambiado radicalmente la manera que tenían los americanos de comprar productos y que no tardaría en poner al diario en una senda de transformación, recuperación y crecimiento; y la ascensión de Trump a la presidencia de Estados Unidos, que pondría patas arriba el sistema político y el Gobierno con una mezcla de populismo, xenofobia y pensamiento mágico que desafiaba los hechos ciertos y comprobables. Lo que se estaba gestando era una colisión de poderes: el inquilino de la Casa Blanca, la persona más poderosa del mundo, pretendía que el Post asumiera un comportamiento sumiso, y para ello se esforzó en lanzar una serie de incesantes ataques a nuestros periodistas y mantuvo una implacable presión sobre las empresas de nuestro propietario; el dueño del Post, aunque tenía un gran poder —era uno de los hombres más ricos del mundo—, siempre intentó evitar una confrontación abierta con Trump, pero tampoco deseaba sucumbir a su censura y a sus coacciones; y The Washington Post, famoso por su papel en el derrocamiento de un presidente anterior, fue implacable a la hora de revelar secretos inconfesables del Gobierno, las mentiras constantes, el deterioro flagrante de la Constitución y un modelo de actuación provocador. El lado bueno de la cena fue comprobar que el dueño del Post no se iba a dejar amedrentar tan fácilmente.

El libro desarrolla estos hechos desde la apasionante historia periodística del Post. Pero políticos contra periodistas es un síntoma de debilidad democrática. El periodismo tiene que hacer rendir cuentas a los poderosos pero no necesariamente convertirlos en adversarios políticos o ponerse en contra de cualquier institución. Los periodistas no pueden ser activistas políticos. ¿Cómo se puede ser periodista sin independencia y objetividad? Si lo hace se convierte en un jefe de prensa de un partido, de una empresa o de una institución El periodista tiene que salir de la lucha política, hablar más de lo que le importa a la gente normal de la calle. Como les dijo Bezos el populismo es aburrido. Pero como dice Martin Baron el populismo no es aburrido. Contar la historia del ascenso de Trump provocó un aumento de ventas. Los conflictos son atractivos pero contados con honestidad. El mensaje -y viene bien aplicarlo a la realidad periodística española siempre amenazada- es que los periodistas no pueden ser derrotistas ni tampoco caer en el cinismo de que esto no tiene solución. La democracia necesita una prensa libre e independiente. No depende solo de la economía para sobrevivir sino de la propia democracia. La prensa necesita de la confianza de la opinión pública. Lo que emite, no puede ser un mensaje únicamente para aquellos que quieren únicamente oír ese mensaje sea verdad o no lo sea: El prestigio se cosecha aferrándonos a nuestros valores, ateniéndonos a los principios, sometiéndonos gustosamente a las normas, cumpliendo con los estándares de calidad para contrastar la información, escuchar a todos los protagonistas de cada noticia y cada historia, así como para mantener una mente abierta independiente de los grupos de presión y también de los prejuicios. El periodismo no puede aliarse con los partidos políticos. Nuestro único aliado es la verdad. Así se construye una reputación persistente: velando por una escrupulosa independencia, dedicando nuestro tiempo a descubrir hechos relevantes y compartiéndolos honestamente con el público.

Elecciones para tragedia griega clásica ¿qué votar?

Hemos contado, hasta ahora, poco del autor del libro. Se ha dedicado al periodismo de calidad durante 45 años. Antes del Post, comenzó en el Miami Herald, en Los Angeles Times y en The New York Times. Le concedieron el premio Pulitzer en 2003 (ha recibido 17 premios Pulitzer) por las investigaciones sobre la pederastia de algunos integrantes del clero de Massachusetts. Lo cuenta la película Spotlight en 2015:  Nuestra investigación no fue un ataque a la Iglesia, sino una responsabilidad social. La Iglesia había traicionado a sus fieles y a sus propios principios, y cuando el periodismo encuentra evidencias de una mala conducta por parte de los poderosos tiene la obligación de pedir cuentas. Aquella cobertura sirvió para que la Iglesia afrontara algunas reformas, pero todavía no se han corregido algunas cuestiones por completo.

Ningún gobierno puede cortar las alas al periodismo. Baron transmite un mensaje tranquilizante: Nuestra profesión se puede ejercer sin necesidad que el gobierno colabore, aunque sea lo deseable y lo apropiado, al menos en las sociedades democráticas. Pero si el gobierno no quiere contestar, podemos seguir haciendo nuestro periodismo independientemente. Durante el mandato de Trump, su Gobierno o no contestaba a nuestras peticiones, o, directamente, nos contaba mentiras. A pesar de eso, nosotros tenemos la obligación de seguir con el trabajo de investigar e indagar en los hechos y publicarlos cuando están contrastados.

Muy interesantes e imprescindible la entrevista de Álvaro Sánchez de León. Después, el libro de Martin Baron.

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