¿Cómo podemos entender el mundo actual sin conocer el pasado? 

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Inquietud ante los totalitarismos más o menos camuflados.

El historiador Onésimo Díaz ha publicado un libro en el que recorre los últimos 150 años hasta el 2020. A través de diez novelas y sus correspondientes adaptaciones cinematográficas se analizan y sintetizan los cambios del siglo XIX al XX, las dos guerras mundiales, el periodo de entreguerras,  la Guerra Fría, la descolonización, la construcción y la caída del Muro de Berlín, el 11-S y la amenaza del terrorismo. Las diez novelas -con sus correspondientes versiones cinematográficas- son: El Gatopardo, Doctor Zhivago, El cardenal, Retorno a Brideshead, Las uvas de la ira, Los restos del día, El tercer hombre. ¡Vivir! y Cometas en el cielo. Como dice el profesor Díaz una buena novela puede ser como una puerta abierta al pasado, que permite acercarnos a otras vidas y ponernos en el lugar del otro; y una buena película puede iluminar un aspecto de la historia e incluso ofrecer una nueva perspectiva.

El término totalitarismo asusta en 2025. Por lo menos al autor de esta entrada. Lo había utilizado Mussolini para definir la organización fascista italiana. Se reproduce en versión extendida con Stalin para intentar consolidar la revolución bolchevique a base del terror: Millones de campesinos murieron asesinados por oponerse a las medidas colectivizadoras; miles de miembros de la Iglesia ortodoxa desaparecieron; y cientos de sacerdotes ca­tólicos, muías y rabinos fueron perseguidos (Figes 2009, 240; Kershaw 2022, 166; Popof 2020,126; Service 2000,179,198). No solo zares, aristocrátas y burgueses como puede leerse en Doctor Zhivago: Stalin abrió una nueva era basada en los planes quinquenales. El primer plan buscó la colectivización de la tierra. Las granjas colectivas o fue­ron impuestas a la mitad del campesinado, a pesar de la fuerte resistencia de pequeños y grandes propietarios del campo. Tampoco el resultado económi­co se consideró mejor: menor producción y más hambre en los años treinta. En Ucrania murieron dos millones y medio de personas por la hambruna, y más de dos mil fueron acusadas de canibalismo (Blom 2016, 373-376; Fergu- son 2021, 215; Kershaw 2022,166; Popof 2020, 83; Service 2000,176-180). En occidente se percibieron los logros de Stalin de una forma idealizada. Aunque parece aconsejable leer -es una novela impresionante- El Maestro Juan Martínez que estaba allí de Manuel Chaves Nogales para situarse en la realidad auténtica. Por la novela desfilan -a lo largo de seis años- una espiral de violencia y de miseria en tres escenarios: la primera guerra mundial, la revolución rusa y la guerra ruso-polaca. Después de seis años el maestro Juan consigue escapar: Cuando los bolcheviques advirtieron que el Anastasia [un buque] se les escapaba hicieron varios disparos contra él inútilmente. A los diez minutos de carrera a toda máquina estábamos fuera del alcance de los fusiles soviéticos, y poco después fuera también de las aguas jurisdiccionales de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. ¡Adiós, bolcheviques! ¡Adiós para siempre!

La economía soviética acabó desarrollando la correspondiente industria pesada y de armamento. La renta nacional se duplicó. Pero como señala el historiador Díaz: No obstante, el coste para los obreros consistió en trabajar más y comer menos. El balance -de lo que Stalin valoró como una auténtica victoria- se saldó con diez millones de muertos y más de cinco millones de deportados. En resumen, la economía soviética creció, pero a un precio inhumano: millones de muertos y miles de condenados a los campos de con­centración o gulag.

Se puede continuar hablando de esta época, pero estos versos de la poetisa Anna Ajmátova reflejan como resumen un inmenso dolor al tiempo que un atisbo de fe: Esta mujer está enferma./Esta mujer está sola./Su marido está en la tumba; su hijo, en la cárcel. /Rogad por mí./

Retrato de Anna Ajmapova, por Kuzma Petrov Vodkin, 1922.

La novela Los restos del día cuenta -junto a otras muchas y variadas cuestiones- el totalitarismo que empieza a surgir en Inglaterra. La novela relata los recuerdos mientras viaja -en 1956- del mayordomo Stevens que ha servido durante toda su vida a lord Darlington. Ha escuchado algunas conversaciones como la siguiente: La democracia es algo de otras épocas. El mundo actual es dema­siado complicado para depender de antiguallas como el sufragio uni­versal o esos parlamentos donde los diputados discuten eternamente sin decidir nunca nada. Son cosas que podían estar muy bien hace unos años, pero no ahora (Ishiguro 2013, 204-205). Mussolini, como ya se ha comentado supra, estuvo veinte años al frente del fascismo italiano. Sus imitadores fueron creciendo. En los años veinte había -según Díaz- seis regímenes dictatoriales que diez años más tarde se convirtieron en doce. En Inglaterra se vive la tentación totalitaria tal y como cuenta el mayordomo Stevens. Habla el lord: Actualmente, vivimos una crisis que se prolonga. Lo he visto con mis propios ojos al viajar al norte del país con míster Whittaker. La gente sufre, la gente normal, la gente buena y trabajadora sufre horri­blemente. En Alemania, en Italia, han sabido actuar y han puesto las cosas en su sitio (Ishiguro 2013,204-205). Al igual que en la Unión Soviética, la obra pública, también en Italia, sirvió para aliviar los problemas del paro.

El sueño de Musollini era que la Roma fascista se convirtiera en la Roma imperial: conquista de Etiopia y tropas a Túnez y también a España en plena guerra civil. En Europa se habían multiplicado los grupos fascistas: la Cruz Flecha­da en Hungría, la Cadena en Bulgaria, el Partido Alemán de los Sudetes en Checoslovaquia, la Guardia de Hierro en Rumania, la Unión Británica de Fascistas en el Reino Unido, los falangistas en España, los ustachas en Croa­cia y los rexistas en Bélgica.

En Inglaterra aparece el político laborista Oswald Mosley que, al no ser aceptadas ninguna de sus medidas, fundó su propio partido. Después de conocer a Mussolini en Roma, se decidió a fundar la Unión Británica de Fascistas. La nueva fuerza se presentó como un movimiento anticomunista con más de cuarenta mil afiliados y un auténtico ejército privado: «Creamos una auténtica organización militar tras el fracaso del NewParty, como único medio de derrotar a las guerrillas comunistas perfectamente organizadas» (Mosley 1973, 340). El Daily Mirror, que tiraba tres millones de ejemplares, se convirtió en el órgano oficioso del fascismo británico. La Ley de Orden Público de 1936 ilegalizó las organizaciones paramilitares, el uso de uniformes en público y los mítines al aíre libre (Blom 2016,412-414; Mosley 1973,195,216-217,317,340; Seidman 2017,141-144). Las calles de Londres se vieron agitadas por revolucionarios contra fascistas y viceversa. El tal Mosley aparece en la novela Los restos del día: «Me causaron gran desconcierto, ya que con anterioridad a aquellos hechos mi señor nunca había mostrado aversión alguna por el pueblo judío» (Ishiguro 2013,154). Aunque parezca increible tanto la novela como la película reflejan el crecimiento del fascismo inglés y como consecuencia el de los auténticos paises totalitarios a imitar. Esta conversación de la novela puede oirse, en muy parecidos términos, pronunciada por algún político en 2025: Hasta el presidente Roosevelt. Fíjese que no le da ningún miedo tomar medidas arriesgadas para ayudar a su pueblo. En cambio, mire lo que pasa aquí, Stevens. Pasan los años y todo sigue igual. Lo úni­co que hacemos es hablar, organizar debates y aplazar las decisiones (Ishiguro 2013, 205).

Oswald Mosley fundó la Unión Británica de Fascistas en 1932.

Para finalizar esta entrada, conviene recordar el final de la novela La hora venticinco. El título simboliza que no hay alternativa a la II guerra mundial. Los protagonistas son la familia de Moritz que será acusado de ser judío por un vecino sedicioso que codiciaba a Suzanna, su mujer. A partir de aquí sufrirá un prolongado ultraje, absurdo hasta el punto de ser propuesto por las SS como modelo del ario a imitar.  Al final de la novela, un fotógrafo les pide que sonrían ante la cámara, pero solo pueden esbozar una mueca.



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