“La educación va de preparar a los jóvenes para afrontar el ‘examen’ de la vida, no una vida llena de exámenes”

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Esta frase es de Tom Harrison que junto a Verónica Fernández dirigen el Jubilee Centre for Character and Virtues (JCChV) de la Universidad de Birmingham. Según comenta Fernando Rodríguez Borlado, Verónica Fernández es además vicepresidenta de la European Character and Virtue Association que centra sus investigaciones en cómo llevar a la práctica una educación que incluya los valores y las virtudes. La frase completa de Harrison del titular de la entrada es la siguiente: La educación va de preparar a los jóvenes para afrontar el ‘examen’ de la vida, no una vida llena de exámenes. Estamos empezando a darnos cuenta de que no podemos resolver muchos de los retos éticos de hoy simplemente con más reglas. Lo que necesitamos es volver a poner el foco en virtudes como la integridad, la valentía, la justicia, la compasión.

 Dr. Tom Harrison, profesor titular de la Escuela de Educación y director de Educación en el Centro Jubilee para el Carácter y las Virtudes, ha recibido una beca nacional de docencia de Advance HE (Un premio muy prestigioso).

Con gran solidez expresiva lo refleja también Fernández: La educación cívica se ocupa de los deberes ciudadanos, de la participación democrática o del respeto a las normas, aspectos fundamentales, pero muchas veces se pueden quedar en la superficie si no se trabaja el carácter moral que permite sostener esas conductas con convicción, incluso cuando no hay supervisión o recompensa. […] Además , hoy contamos con más evidencia empírica y con mejores instrumentos para medir el impacto de estos programas. También hemos avanzado en pedagogía: sabemos que educar el carácter requiere más que enseñar ‘valores’; es un proceso que implica la práctica habitual (habituation), la reflexión sobre la experiencia, el diálogo, el encuentro con modelos ejemplares, el cultivo de comunidades educativas que favorezcan un desarrollo de la virtud.

Verónica Fernández: “La educación es el pilar que salvaguarda lo humano”.

El JCChV expone muchas publicaciones en línea. Parece interesante reflejar uno de los programas de formación para docentes que, sin duda, es uno de los temas clave: profesores formados e implicados. Un ejemplo: El  programa de Desarrollo Profesional Continuado (DPC) “Educación del Carácter Liderando en las Escuelas” ha contado con la participación de más de 1450 líderes educativos de 50 países. Su diseño incluyó una revisión exhaustiva de la literatura, una encuesta en línea con más de 450 docentes y visitas a escuelas de toda Inglaterra. El DPC se puso a prueba durante seis semanas con 100 estudiantes (en su mayoría docentes) de seis países, y tanto el contenido como el diseño recibieron una evaluación positiva de los participantes. Los docentes en formación reconocieron la importancia que tiene el carácter en su propio desarrollo profesional. Otro documento que puede servir a los interesados por este tema es el titulado Liderando la educación del carácter en las escuelas con muchos recursos probados y comentados.

Como dice también Fernández: Este modelo se opone a los enfoques emotivistas (que se basan solo en sentimientos desde una lógica proyectiva) y a los utilitaristas (que miden el bien por la eficacia o el resultado mediante la razón calculadora). También es crítico con ciertas formas de educación moral relativista, que se limitan a ‘formar en valores’ sin criterios para discernir cuáles valores humanizan y cuáles no.

El tema de la educación en virtudes y valores está claro en el terreno de la educación. Pero Harrison y Fernández extienden el análisis a la ética profesional. Harrison: No podemos gestionar el comportamiento profesional únicamente a través de códigos de conducta. Por ejemplo, la crisis financiera de 2007 se debió en gran medida a comportamientos poco éticos. Sin embargo, muy pocas personas del sector bancario y financiero fueron sancionadas, ya que la mayoría no había infringido técnicamente ninguna norma. Durante demasiado tiempo, la ética se ha reducido al cumplimiento de las normas, subestimando la importancia del razonamiento moral basado en la virtud. Fernández: Si una sociedad se conforma con una ética de mínimos, del ‘cumplir con lo establecido’, pierde la excelencia moral. Pierde la posibilidad de tener profesionales que no solo eviten el mal, sino que proactivamente busquen el bien. La virtud permite sostener decisiones difíciles no por presión externa, sino por convicción interior. Forma profesionales que no se venden, que no callan ante la injusticia, que no instrumentalizan a otros, y que saben reconciliar la competencia con la compasión.

Ambos autores, como bien recoge Rodriguez Borlado, consideran que es necesario una moral profesional sin fisuras, de máximos principios éticos en profesiones como medicina, enfermería, derecho, docencia, psicología, periodismo, economía y política. Es necesario enseñarlo en las escuelas y en las universidades. Especialmente en los currúculos oficiales de estas profesiones, como una asignatura central tanto para profesores como para alumnos. La cultura woke triunfó -aunque ahora se encuentre en decadencia lenta- tras cuatro promociones de graduados universitarios de Harvard a UCLA pasando por San Diego. Los graduados fueron wokizados por sus profesores a lo largo de su carrera para que luego ocuparan cargos en las administraciones y en las empresas una vez que acabaron sus estudios. La formación en virtudes implica practicar la templanza, la prudencia, la fortaleza, que junto con la aceptación de las propias limitaciones consigue ayudar a superar o mejor dicho a no llegar hasta el burnout, la profesionalitis o la mala salud mental: En cuanto a lo que puede aportar la educación del carácter en la crisis de salud mental juvenil, dos investigadores del JCChV publicaron el pasado verano un interesante artículo con una tesis clara: en el diagnóstico de este problema se ha puesto demasiado foco en las redes sociales y otras causas contextuales, y muy poco en el desarrollo de personalidades fuertes, virtuosas, entre los jóvenes. Si la ayuda psicológica se olvida de este marco moral, pierde gran parte de su eficacia.

A este diágnóstico Fernández añade: La labor del psicólogo es necesariamente moral, porque acompañar a alguien en su proceso de crecimiento es ayudarle también a discernir qué tipo de persona quiere llegar a ser”. Si no, “corremos el riesgo de reducir la educación a gestión emocional. Lo que está en crisis no es solo el entorno, sino la capacidad interior para habitar ese entorno con criterio, fortaleza y sentido. Y eso se cultiva desde dentro.

Hay que intentarlo sin complejos. Cambiar, mejorar es radicalmente posible. El mundo de las empresas y el entorno social quiere candidatos para sus puestos de trabajo con cualidades sólidas. No mentirosos. No egoístas. No envidiosos. No perezosos.

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