“Lo que vale la pena tener, vale la pena esperar”

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La imagen que precede es la de la Universidad Friburgo con su lema La verdad os hará libres. La frase que da título a la entrada la expresó Edith Stein (1881-1942). Su vida es una historia impresionante: desde la filosofía fenomenológica hasta la conversión al catolicismo, porque como ella misma decía que quien busca la verdad en realidad está buscando a Dios aunque no sea consciente; desde su ingreso como carmelita descalza con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz hasta su asesinato en Auschwitz.

Mártir para judíos y mártir para los cristianos fue canonizada el 11 de octubre de 1998 por san Juan Pablo II.

Tras una infancia y adolescencia apasionante llegó a la universidad de Gotinga. A través del filósofo Edmund Husserl fue introducida en la fenomenología, tal y como puede leerse pormenorizadamente en la magnífica y documentada biografía de Irene Chikiar Bauer. El ensayista Rafael Gómez Pérez reseña un dato interesante de sus relaciones con Husserl y con Heidegger: Introducida en la filosofía a través del círculo de Edmund Husserl, que con su método fenomenológico revoluciona la filosofía de su tiempo, Edith le ayuda en todo: en la edición de sus libros o cuando cae enfermo, siempre será para ella “el querido Maestro”. Puede ver, desde la distancia, cómo el oportunista Martin Heidegger va desplazando a todos los cercanos a Husserl para finalmente hacerse con la cátedra de este en Friburgo. Edith, que lo conocía y podía resumir con gran claridad el pensamiento del autor de Ser y tiempo, llegó a escribir que la filosofía de Heidegger era “la de la mala conciencia”. Es bien conocido que, para prosperar académicamente, Heidegger apoyó al nazismo, aunque se dio cuenta relativamente pronto de su error.

Su tesis doctoral fue presentada en 1916 en la Universidad de Friburgo. Pero los tiempos habían sido y eran difíciles y complicados: la tesis estaba prevista presentarla en 1914 cuando estalla la gran guerra. Por lo que la joven Edith decide ayudar como auxiliar de enfermería -previos estudios- en hospitales y en la Cruz Roja. Llegó a obtener la Medalla del Valor pero ya estaba completamente agotada por su abnegación y entrega. Tuvo que volver a casa. Y en cuanto se recuperó volvió a la tesis con el resultado que ya hemos dicho supra.

La capacidad intelectual y filósofica de Edith Stein le hizo superar la marginación de las mujeres en la docencia universitaria. Esta circunstancia la llevó a concentrarse en la actividad investigadora. La historia completa merece la pena leerla. Muy interesante es esta reflexión sobre el papel de las mujeres en la sociedad que hace Edith Stein: El mundo no necesita lo que las mujeres tienen, necesita lo que las mujeres son. El alma de la mujer está diseñada como un refugio donde otras almas pueden desarrollarse. Toda mujer que vive en la luz de la eternidad puede cumplir su vocación, ya sea en el matrimonio, en una orden religiosa o en una profesión mundana. [A través de otras comentarios de la filósofa se puede deducir que no hay ningún matiz despectivo en el adjetivo mundana] Edith Stein en 1930 dio un conferencia que se hizo famosa sobre La ética de las profesiones femeninas. Rechazaba la misoginia reinante en la época, reclamando que «ninguna mujer es solamente una mujer, cada una tiene rasgos individuales y disposiciones específicas, como el hombre, por la capacidad de ejercer tal o cual profesión en el mundo artístico, científico o técnico».

A través de la profundización en el conocimiento, buscando la verdad como corresponde a un auténtico científico/a, encontró la fe católica. Como comenta otro de sus biografos Salvarini, el profesor José María Carabante reseñando dicha biografía dice: Su acercamiento a la fe católica no hizo que se olvidara de su condición natural de judía y como tal estuvo enormemente preocupada por la situación política de Alemania. Salvarani recuerda que Edith Stein escribió una carta al Papa Pío XI en 1933 para manifestarle sus inquietudes por el celo anticristiano del nazismo. Por las mismas fechas, Edith decidió ingresar en el Carmelo.

En el convento Teresa Benedicta de la Cruz se sentía feliz. La filosofía parecía haber quedado atrás. Pero a petición de sus superioras en la orden le pidieron que siguiera estudiando, escribiendo y traduciendo. Se concentró en la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Tradujo al alemán el tratado De Veritate de santo Tomás de Aquino y estableció una especial sintonía entre el tomismo y la fenomenología.

No puede olvidarse -aunque su fiesta sea el 9 de agosto en pleno verano- a una figura como Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Pocas figuras hay tan importantes en el siglo XX. Especialmentesi se suman para ello estos tres aspectos como filósofa, como mártir y como mística. Conviene aclarar porque decimos lo de mística con estas palabras de Gómez Pérez: Lo más misterioso –en el sentido profundo de la palabra– en la vida de Edith Stein es haber visto místicamente la misión del pueblo judío (no confundir con el Estado de Israel y menos con sus políticos) en la economía cristiana de la redención. Esa visión mística es a la vez una novedosa interpretación del dicho Extra Ecclesia, nulla salus (fuera de la Iglesia no hay salvación).

Queda una consideranción final en un año en el que se cumplen ochenta años de la liberación de Auschwitz. Se han dicho frases que aparentemente intentan ser aporías: ¿Es posible escribir poesía tras Auschwitz? ¿Se puede creer en Dios después de Auschwitz? El último libro de la autora se titula La Ciencia de la Cruz. La Cruz no está en contra de la naturaleza sino más bien es su concreción. Como dijo Benedicto XVI porque existe Auschwitz necesitamos la fe, la resurrección, la esperanza que nos permite vivir. Celebrar la Santa Misa significa actualizar la resurrección proporcionando así la respuesta de la vida, que es más fuerte que la muerte.

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